Esto puede suceder por muchos motivos: puede ser que haya cosas de la otra persona que no nos gustan que son importantes para nosotros, porque el otro no se enamora de nosotros, porque la otra persona tal vez tenga otra pareja, o porque se haya saltado pactos de una manera que no queremos perdonar. Es entonces cuando llega el momento en el que la cabeza se impone y decidimos terminar con ese enganche que no nos permite avanzar. En el inicio de una relación, cuando alguien nos gusta y entramos en fase de enamoramiento inicial, hay multitud de neurotransmisores y hormonas que nos invaden. La dopamina, adrenalina, oxitocina y noradrenalina son algunas protagonistas. Son las que nos proporcionan ese estado de "subidón" y las que tu cuerpo echa de menos cuando te separas de esa persona. Es por ellas por las que te cuesta tanto mantenerte firme en tu decisión consciente de separarte.
Intenso podría ser un descalificativo que le dolería a todo hombre -a uno sensato por lo menos, porque una persona intensa es, sin proponérselo, un repelente social. Un sujeto así no debe confundirse con un ser apasionado o perseverante, y si el que persevera alcanza como reza el dicho, hay que saber persistir. Cuando es celoso y no deja que ella hable con otra persona en una fiesta. En suma, cuando no deja que nadie se le acerque. Cuando ha dejado dos llamadas perdidas, no ha recibido respuesta, sigue llamando, y para rematar deja un mensaje de voz.
Solo es fiel a sus deseos. Para reforzar su ego debilitado, busca la validación de una amante, utilizando esta chispa típica de las relaciones extramatrimoniales para sentirse deseado, querido y digno. A veces el hombre infiel quiere terminar la relación y no sabe cómo hacerlo. Y en lugar de decirle a su mujer que quiere poner un punto final en la relación, la engaña y la obliga a hacer el trabajo.
